viernes, 27 de julio de 2018

Ankara

Seis trece del atardecer. Estoy en el callejón que siempre venimos al salir de clases, tiene un nombre para mi imposible de pronunciar, pasa una mujer pequeña hablando con un hombre alto del avión en el mar mediterráneo. Tengo una amiga de Ankara y no contesta desde ayer por la noche, todas las posibilidades que vienen a mi cabeza son funestas. Siempre platicábamos después de clases en el mismo canal,  qué era el terrorismo en Turquía y yo le contaba de la inseguridad de México. Parecía no sorprenderle nada. Fumaba y después miraba el agua transparente del canal hasta que decía: el ultimo cigarro y me aviento al agua, segundos después reía, yo también reí para acompañarla. Se levantó sosteniéndose del pasto...
Desde ahora voy a practicar la paz y la tolerancia, entonces, yo abrazo una causa lejana y abstracta si eso es lo que le da paz; aun que no sirva de nada.

Dublín, 2016.


La línea de la sombra

Estoy a nada de cruzar la línea de la sombra de Joseph Conrad. Lo sé porque el mundo ya no se presenta nuevo para mí en casi nada. Rara vez pasa algo inusitado. Hay cosas que sé que ya pasaron en una época y que ya no quiero repetir por hastío por hartazgo, porque ya sé lo que voy a encontrar. Qué importan 10 años o más dijo Javier Marías; cuando la gente es adulta lo es ya para siempre, pasas la adultez y lo es ya para siempre; pasa muy rápido todo y no hay vuelta atrás. El privilegio de la juventud es adelantándose a los días venideros con una esperanza continua. Lo veía todo tan sí, algún día, algún día va pasar, algún día va venir y era todo como entrar a un jardín encantado, cada vuelta del sendero tenía una seducción propia. Lo quise todo de inmediato y de todo corazón. No es una pose pesimista en el sentido de que ya nunca más va ser algo como tal, sino en el sentido de que cada cosa tiene su época y su circunstancia; ante lo que se aproxima ya no hay nada más que decir atrás. El camaleón que tengo en casa me resulta fascinante porque ahora sé que no se mimetiza con el ambiente, cambia de colores de acuerdo a sus estados emocionales.

  Muchas veces es más seguro estar encadenado que ser libre.