martes, 15 de septiembre de 2020
Heautontimorumenos
Me acabo de acordar: hubo algunos días en que estuve muy suicida. Verás: reflexionaba muy poco en voz alta. La mayoría de las personas a mi alrededor hablaban un inglés -algunos muy bueno, algunos muy malo- y un acento francés que tendía a aburrirme; la mayoría de las reflexiones que me pasaban por la cabeza me cruzaban por la mente cuando dormía y las recordaba tan sólo al despertar, un par de minutos pues, después tenía que volver a realidad y hacer lo que tocaba ese día. Pero recuerdo días suicidas. O, bueno, no suicidas pero días donde, según yo, predecía mi muerte: sabía que moriría pronto. Me imaginaba de las muchas maneras en las que podía morir. Es extraño que, viviendo de una manera tan desinteresada allá, pensara tanto en la muerte. Supongo que tampoco es incongruente pues, ahora que lo pienso, tiene sentido: cuando se vive al máximo (la vida verdaderamente hasta la más máxima expresión que conoces), cuando no se duerme por vivir y por aprovechar cada minuto, cada segundo que se tiene porque el período de ese máximo está por terminar; porque ves que estás descendiendo de lo más alto de la montaña a la que lograste trepar... creo que piensas en la muerte. En la posibilidad de que todo acabara. Quizás era tan feliz que pude considerar la muerte como un pensamiento más; otra posibilidad de la vida... eso: la muerte como otra posibilidad de la vida.
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