Su vestido de rojo enamorado
En la fiesta de ayer
que nunca falta
Hiriome con los
pliegues de su falda
A la altura medio
muslo acariciado.
Por sus pechos de
ayer, desengañado
(rumorando canciones
que hacen falta)
Me senté con su
recuerdo en una barda
A soñar su cintura
ensimismado.
Y soñé de su paso
apresurado
¿Que acaso era por otro igual a mí de desalmado?
Vaivén de su cadera
breve y baja.
Anoche nada menos y en
la sala
(golpeándome los
sueños esa falda)
Terminé de enloquecer,
desconcertado.
En la fiesta de ayer
que nunca falta
Navegando segura entre
la gente
Provocando disturbios
en mi mente
Estuvo la muchacha con
su falda.
Y sus ojos brillando
flor de gualda,
Alumbraban la estancia
evanescente
Burlando en carcajada
indiferente
El amor del poeta que
la ensalza.
No ha de ser conmigo
con quien salga,
Por más que lo
provoque o que lo intente
Y sus piernas serán lo
que lamente,
En la noche febril en
que lo haga,
Recordando ese cuerpo
adolescente,
Donde náufrago soy,
como demente.
Qué diera yo por
recorrer su espalda
-como antaño a mujeres inocentes-
Y borrarle los rastros
indecentes
Que tiene ¡Dios! Su
cuerpo en minifalda.
Y pregunto tal vez más
que sentido
¿Por qué motivos la
muchacha dio
el placer que me tuvo
prometido?
¿Por qué, si
victorioso, me ha vencido?
En ridícula batalla
que se salda
En la fiesta de ayer que nunca falta.
En la fiesta de ayer que nunca falta.
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