martes, 9 de septiembre de 2014

Muchacha




Su vestido de rojo enamorado
En la fiesta de ayer que nunca falta
Hiriome con los pliegues de su falda
A la altura medio muslo acariciado.

Por sus pechos de ayer, desengañado
(rumorando canciones que hacen falta)
Me senté con su recuerdo en una barda
A soñar su cintura ensimismado.

Y soñé de su paso apresurado
¿Que acaso era por otro igual a mí de desalmado?
Vaivén de su cadera breve y baja.

Anoche nada menos y en la sala
(golpeándome los sueños esa falda)
Terminé de enloquecer, desconcertado.

En la fiesta de ayer que nunca falta
Navegando segura entre la gente
Provocando disturbios en mi mente
Estuvo la muchacha con su falda.

Y sus ojos brillando flor de gualda,
Alumbraban la estancia evanescente
Burlando en carcajada indiferente
El amor del poeta que la ensalza.

No ha de ser conmigo con quien salga,
Por más que lo provoque o que lo intente
Y sus piernas serán lo que lamente,

En la noche febril en que lo haga,
Recordando ese cuerpo adolescente,
Donde náufrago soy, como demente.

Qué diera yo por recorrer su espalda
-como antaño a mujeres inocentes-
Y borrarle los rastros indecentes
Que tiene ¡Dios! Su cuerpo en minifalda.

Y pregunto tal vez más que sentido
¿Por qué motivos la muchacha dio 
el placer que me tuvo prometido?

¿Por qué, si victorioso, me ha vencido?
En ridícula batalla que se salda 
En la fiesta de ayer que nunca falta.

  Muchas veces es más seguro estar encadenado que ser libre.