Lo abandoné todo por venir a escucharte, aunque nada de lo que dijeras hablara sobre mí.
¿Por qué hice eso? Es como si el encanto de encontrarte me hiciera obligarme a no evitar todas las posibles confluencias aunque lejos estén de experimentarse a viva piel: pero, así las siento. Como si, con lo que tienes anidado en tu cerebro, pudieras quebrantar los límites que otros ni siquiera alcanzan a ver; como si a ti te diera la llave para cruzar las puertas -que en otros son invisibles-, escondidas a mitad de cada muro que he pasado mi vida intentando construir con el fin de abandonar; de alejarme, de mantenerlos a todos apartados de mí.
Pero es que tú...